In memorian





Catecismo

Estoy de acuerdo con la declaración de los obispos en el horror al aborto: pero ni una palabra mas allá. Me educaron felizmente en el cristianismo, tengo antigua y permanente adicción a los evangelios, y eso me separa principalmente del alto clero, aparte de las cuestiones sobrenaturales, especialmente la del infierno. Nunca tendré su lenguaje abrupto, sus amenazas, su instinto de dominar la sociedad global; su grosería, en fin. No quiero el aborto; pero mucho menos quiero que se castigue a las mujeres que se ven obligadas a abortar. No quiero una sociedad donde el hijo sea una condena; una exclusión, una discriminación, una rotura definitiva de su vida de mujer. No quiero la sociedad que construyó así la moral católica; ni a los políticos que les siguen, como Mariano Rajoy, ministro de este Aznar, que en la COPE se adhirió a la proclama episcopal. No deseo una sociedad donde el aborto lo hagan brujas con agujas de punto, o con hierbas y bebedizos; donde las ni?as den a luz en el retrete sin que lo sepa su familia y tiren al recién nacido a un contenedor o en medio del campo, porque están aterradas, víctimas del miedo insuperable a la inquisición del honor y otras canalladas espa?olas. Quiero una sociedad donde el sexo no sea pecado en ninguna de sus manifestaciones; y quiero que no sea algo despreciable, condenado, reprimido. Quiero una sociedad donde la realidad del sexo se ense?e en las escuelas y desearía que la clase de sexualidad sustituyera para siempre a la clase de religión; una sociedad donde los anticonceptivos fueran libres, y gratuitos, y tan usuales como la aspirina. No quiero una sociedad casta, reprimida, ahogada, antinatural. No a una sociedad donde una religión de preceptos inflexibles pueda influir en alguien más que en quienes la eligen, aunque muchas veces ni siquiera hayan tenido la libertad para elegirla. No quiero un país con un gobierno, una jefatura del estado y unas fuerzas públicas que estén imbuidas de ninguna religión; no quiero ninguna política confesional, y quiero al mismo tiempo que cada uno tenga libertad para elegir su religión, cualquiera de las que tanto abundan, incluso de las que los católicos, sus gobernantes, sus jueces y sus guardias llaman sectas para destruirlas; quiero libertad para no tener ninguna religión, ninguna creencia en el mas allá. Por lo demás, estoy completamente de acuerdo con la declaración episcopal: no quiero de ninguna manera que ninguna mujer se vea obligada a abortar: es algo que me repugna. No ella, claro: lo que la sociedad hace con ella.

Por Eduardo Haro Tecglen en Visto/Oído el Martes 15 de Septiembre de 1998

Pdt.- Habrá muchos enemigos de este hombre que se alegren de su muerte, no lo dudo porque sé de qué material estamos hechos lo humanos. Con ello no hacen más que expresar su frustración y su miedo ante la figura de Eduardo Haro Tecglen. Sólo el olvido nos da la muerte definitiva.

1 comentario:

Tevi dijo...

Has tocado un tema bastante controversial. pero me gusta tu estilo.